¿Merece la pena arreglar la calidad del aire interior?

La calidad de nuestro aire ha sido un tema de preocupación al menos durante los últimos doscientos años, desde el famoso smog de Londres hasta las modernas luchas de Pekín. Los efectos de los contaminantes atmosféricos en los seres humanos son bien conocidos a estas alturas: causan enfermedades respiratorias como el asma, enfermedades cardiovasculares y cáncer de pulmón1. A medida que el mundo ha empezado a tomarse más en serio la calidad del aire exterior, ha ido aumentando la preocupación por los espacios que habitamos con más frecuencia: nuestras casas y nuestros lugares de trabajo.

A medida que el mundo empieza a volver a la oficina, el tema de la calidad del aire interior vuelve a cobrar importancia. Con el COVID-19 poniendo de manifiesto lo vulnerables que somos a nuestro entorno, tanto los empleados como las empresas han buscado soluciones rápidas y sencillas para resolver los problemas de calidad del aire. La mayoría ha recurrido simplemente a aumentar las tasas de ventilación existentes (si ya existía un sistema de ventilación), pero en un mundo consciente de su impacto medioambiental, ésta no es una solución permanente. La mejor y única solución para mejorar la calidad del aire interior es controlar y reaccionar en tiempo real. Este enfoque conlleva una serie de ventajas para las empresas grandes y pequeñas.

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